QUIEN SIEMBRA VIENTOS COSECHA TEMPESTADES.
Y sucedió lo que se veía venir.
Los enfrentamientos con los resultados esperados estallaron con toda la violencia embalsada.
Luego del Consejo Regional realizado en Curahuasi con acuerdos ambiguos pero acuerdos al final, los que abordaron el tema central en cuestión: la inequidad presupuestaria, parecía que las aguas volvían a su nivel. Sin embargo, nada de esto ocurrió. Los rostros ya estaban pintados de los colores de la guerra. Si la designación de un nuevo Presidente Regional, ahora sabemos, sirvió para contentar a las masas movilizadas, el compas de espera para un desatar el enfrentamiento no daría para más. Luego de calma chicha se desató el vendaval que amenaza ahora con una tempestad que puede tener un luctuoso epílogo. A todo esto los principales responsables se han mantenido dentro de su terca exigencia por la salida de Salazar Morote. Los sucesos aun confusos, de todos modos evidencian la intención del sector más radicalizado de seguir en su propósito maximalista de lograrlo, a toda costa. La inevitabilidad del conflicto abierto por la intención de tomar la sede del gobierno regional funcionó casi como causa-efecto. Ahora las consecuencias aparecen en toda su magnitud: De momento 22 heridos que pudieran incrementarse en las horas siguientes. Pero nos preguntamos, ¿de estas víctimas de la confrontación quien responde? Es acaso la Policía Nacional, el Presidente Salazar, los consejeros regional y demás autoridades?, o son también responsables los líderes del comité de lucha, los dirigentes sindicales, y el propio Vicepresidente que asumió un encargo imposible?.
En estas horas de prueba para Apurímac es momento de asumir todos nuestra cuota de responsabilidad. Responsables somos todas y todos: Los anteriomente mencionados, las instuciones que no atinaron a diseñar una estrategia para detener esta espiral violentista, nosotros los ciudadanos que miramos las cosas a distancia, pero que no asumimos un papel activo para prevenir y detener la vorágine que ahora lamentamos. Este es un momento de reflexión, pero también de acción inmediata. Primero para detener el despliegue innecesario de violencia, de donde venga. Las instituciones de defensa legal deben actuar inmediatamente para evitar se violen derechos fundamentales, la Policía debe actuar de acuerdo a los procedimientos que le son autorizados sin cometer excesos, pero también es una exigencia de que los dirigentes implicados en la protesta social puedan controlar a sus seguidores, en la obligación de detener a sectores de la población que están encorajinados y que no miden muchas veces las consecuencias de sus actos y pueden incurrir en mayor violencia. Es también obligación de las instituciones de la sociedad civil el salir al frente para proponer acciones encaminadas a reestablecer, y en serio, el diálogo como única medida para neutralizar al radicalismo, que felizmente sabemos es minoritario, pero que busca producir un vacío de poder y profundizar la ingobernabilidad, y exigir a todos los involucrados en las decisiones a sentarse a concertar dejando de lado toda soberbia.
Este despliegue por la paz y el cese de la violencia es urgente, requerimos una tregua que permita ganar el tiempo para intentar reabsorver las fuerzas centrífugas de la sociedad apurimeña, donde las autoridades regionales están llamadas a poner toda su atención, buscando una salida política a la crisis, que pasa por proponer de manera efectiva a todos los sectores una plataforma para devolver la estabilidad política de la región y evitar lo que a todas luces puede producirse en las horas siguientes: la declaratoria de un estado de emergencia que pondrá en marcha una maquinaría para reinstalar la ley y el orden, pero con el enorme costo político de renunciar a la oportunidad de que los apurimeños tenemos para resolver solos, y sin tutelas, nuestras diferencias.
Para esto, señores del gobierno y de la oposición, señores de las instituciones que forman parte de la sociedad apurimeña, requerimos renunciar: A nuestros intereses personales o de grupo, a nuestras ambiciones políticas y otras tal vez inconfesables.
También a nuestro inmovilismo y aparente neutralidad.
Requerimos renunciar a todo esto que nos ha llevado al enfrentamiento y a lo que esta contribuyendo a mostrar que Apurímac es un territorio ingobernable, una sociedad inviable, sin futuro ni esperanza, y porque debemos estar convencidos que el desarrollo y la democracia no se construyen con muertos, como única salida al momento álgido que estamos viviendo. Ahora!.
Mañana será tarde.
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