miércoles, 9 de diciembre de 2009

EL PARTO DE LOS MONTES


Nostalgia
Y TODO ACABÓ, al parecer, y mismo final de pollada (cámbiese por alguna variante étnica como conejada, truchada o lechonada), luego del paro las calles de Abancay quedaron sembradas de piedras y malolientes residuos, pero pasados unos días y luego que la "fuerza del desarrollo" se puso pilas, ahora casi tienen el aspecto antes de la refriega.
La gente camina apresurada como si quisiera recuperar a grandes trancos los días perdidos irremediablemente y hasta la vida nocturna se ha normalizado, aun con estado de emergencia.
Ahora, cada día en nuestra digna ciudad (como el vals), es un día de perfecta paz, y ya se escuchan hasta villancicos.
Nadie que no haya vivido la alargada crisis de noviembre puede imaginarse como Abancaicito se pudo haber convertido días atrás en escenario de batallas campales.
En el Gobierno Regional y otras dependencias públicas, todos hablan de sus planes de celebración. En contados días las marmitas con rebosante chocolate y las fuentes de olorosas tajadas de panetón será motivo de nuevas movilizaciones, donde autoridades sonrientes (y no los adustos y pintados para la guerra), hasta casi piratean cánticos navideños: “Noche de paz, noche de amor…”
Pero, aún cuando esta pendiente un balance de la crisis regional, parece ser que el tema del paro indefinido quedo desfasado. Son otros los titulares y otros los comentarios en el taxi o en el mercado. Hasta los vociferantes periodistas, que llenaban nuestros frugales desayunos con sus comentarios hepáticos, están ahora con otro rollo, y hasta sonríen.
Lo que nadie nos dice (y hemos iniciado la búsqueda) es dónde están nuestros aguerridos dirigentes. ¿Dónde nuestros combativos líderes sindicales?.
A ellos queremos dirigirnos para pedirles que nos expliquen: ¿De qué sirvió todo esto? ¿En dónde quedaron las heroicas arengas acerca de luchar hasta las últimas consecuencias, de entregar hasta la vida (sic) hasta ver salir a Salazar expectorado del sillón presidencial, llevado a patada limpia hasta la salida a Andahuaylas, escoltado por una legión de ángeles con espada flamígera para asegurarse de que nunca más regrese al Edén de Pikilandia.
¿Dónde se fueron todos?,
“¡Si no hay solución…habrá revolución!”.
De te fabula narratur
¿Saben algo, mis abnegados lectores?, nosotros también extrañamos a nuestros amados héroes populares. La nostalgia por nuestros espartanos dirigentes invadió también nuestra redacción. Estamos dispuestos a llevar al terreno de la acción lo que un desubicado promotor de una institución local propuso: Hacerles un monumento (imagínense las ventajas competitivas de la Princesa Leia Kavero mostrando sus atributos traseros en lugar de la pollerona Micaela Bastidas).
Por todo esto es que esperamos nuevamente sus llamados a la acción, su prédica revolucionaria, o que al menos nos digan que: No todo esta perdido, que esta no fue una derrota, que debemos seguir aleccionando nuevas esperanzas.
Claro, caso contrario, emergiendo el aguafiestas que todos llevamos dentro, les diremos que esta no fue sino una tragicómica versión de una vieja fábula: Que todo el estremecimiento que vivimos, toda la pólvora que se prometió, las eolofonías generosamente lanzadas en la plaza pública.
Todo, absolutamente todo, terminó en un miserable parto de los montes (*)
Los editores

(*) Ofrecemos dos versiones de la famosa fábula, que aún en su brevedad encierran una grandiosa enseñanza.
“En tiempos remotos dieron los montes señales de parir, y los hombres esperaban llenos de temor y asombro qué clase de monstruo abortarían, pero al fin sólo resultó de aquellas temibles señales el parir un ratón, lo que causó a todos risa” (Esopo)

EL PARTO DE LOS MONTES
Félix María de Samaniego

Con varios ademanes horrorosos
Los montes de parir dieron señales;
Consintieron los hombres temerosos
Ver nacer los abortos más fatales.
Después que con bramidos espantosos
Infundieron pavor a los mortales,
Estos montes, que al mundo estremecieron,
Un ratoncillo fue lo que parieron.

Hay autores que en voces misteriosas
Estilo fanfarrón y campanudo
Nos anuncian ideas portentosas;
Pero suele a menudo
Ser el gran parto de su pensamiento,
Después de tanto ruido sólo viento.

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